El centavo que nos amarra.
Un niñito que jugaba un día con un jarrón muy valioso metió su mano dentro y no pudo sacarla. Su padre también trató lo mejor que pudo, pero en vano. Estaban pensando ya en romper el jarrón cuando el padre dijo:
-Ahora, hijo mío, tratemos una vez más. Abre tu mano y estira tus dedos como me ves, y entonces sácala.
Para su asombro, el chiquitín respondió:
-Oh no, papi. No podría estirar mis dedos así, porque si lo hiciera dejaría caer mi centavo. La Biblia dice:
"Acostado en su cama, planea hacer lo malo; tan aferrado está a su mal camino, que no quiere renunciar a la maldad. " (Salmos 36.4, DHH-CP) . Hay personas que se aferran a su mal camino; no les importa como vivan ni mucho menos a cuantos dañen con su ejemplo.
Muchos de nosotros somos como el niño de la historia, nos aferramos al mísero centavo que tenemos y no vemos más allá de la gracia de Dios que desea bendecirnos en forma sobre abundante.
Peor aún alrededor nuestro existen muchas cosas que nos amarran y no nos dejan visualizar más allá todas las oportunidades que Dios ha dispuesto para nuestro bien; por una rara naturaleza nos aferramos a lo que es efímero, al centavo incierto, que no representa valor alguno y menospreciamos lo que es eterno. Pablo dice lo siguiente:
"No vivan ya según los criterios del tiempo presente; al contrario, cambien su manera de pensar para que así cambie su manera de vivir y lleguen a conocer la voluntad de Dios, es decir, lo que es bueno, lo que le es grato, lo que es perfecto." (Romanos 12.2, DHH)
Tenemos pensamientos que están atornillados y determinan nuestra forma de vivir; el apóstol dice que demos cambiar esa manera de pensar para disfrutar de otra forma de vida. Recuerde que sin Dios nos falta todo y con El lo tenemos todo.
Pr. Jorge Osorio C.